Visión 13.3.24. Las Paradojas de los viajes astrales
Visión 13.3.24. Las Paradojas de los viajes astrales
Las redes/leyes que protegen cada dimensión atmosférica parecen muchas veces inquebrantables, pero no lo son.
Cuando nos proyectamos hacia alguna otra matriz geométrica no viajamos con el cuerpo, así que allí encontramos otras limitaciones que no son tan concretas ni tan estructuradas, en especial cuando nos encontramos en el astral más bajo.
La proyección es esta vez hacia "esa" playa de nuevo, específicamente a un hotel en el que ya había estado anteriormente, me encontraba sujeta a un llamado, era un llamado ligeramente distante, pero no tanto como otras veces. Llegué a una de las habitaciones y me encontré con la proyección de mi hermano que me recibía creyendo como siempre, que me sorprendía verlo, cuando la verdad es que siempre siento cuando pisa la misma tierra que piso. Me dijo que estaría unos días por acá, pero que no quería que nadie supiera que estaba allí en la playa, le dije que me encantaba verlo y que siempre sería un honor recibirlo, pero que yo sentía que debía ir a explorar para encontrar algo que me estaba llamando.
Recuerdo acomodar mi habitación y toda la ropa que estaba sobre la cama, hasta percatarme de una ventana que no había visto con anterioridad, era una ventana que estaba muy bien cubierta con una especie de pared falsa. Así que la golpeé hasta dejarla al descubierto y la atravesé.
Caí en una clase de pasillo, el piso estaba inundado de agua hasta mis tobillos, y un joven me advirtió del peligro de bajar más, le dije que sabía hacia adonde me dirigía, para dejarlo más tranquilo y proseguí mi camino en dirección al llamado que de algún rincón gritaba en mi oído como un suspiro.
En una gran especie de teatro, con escaleras grandes en las que muchas personas se dispersaban entre sus actividades, caminé esquivando sus vidas como si fuese invisible, hasta toparme de frente con el rostro de una niña de grandes ojos azules que me saludaba, no sabía cómo había logrado verme, pero respondí cariñosamente su "hola". Continué avanzando por las escaleras, bajando aceleradamente de brinco en brinco cuando de pronto otra mujer anciana logró verme, y le grité -cuidado- para que se quitará de mi camino, y ella en una carcajada le murmuró a su amiga de al lado que había logrado verme, que yo era una chica de ojos muy bellos y tristes.
Seguí corriendo y logré llegar hasta un jardín central en el que me topé a una amiga que decía conocerme -tengo algo que mostrarte- me dijo, ven conmigo, y tomando mi mano me condujo de nuevo a una de las habitaciones, y allí estaba ella, no sé si se sorprendió al verme o lo ocultó muy bien con su rostro de "poker". Estaba intentando acomodar las pocas cosas que tenía con ella y no me miraba a los ojos, solo me lanzo un trapo y me dijo -limpia conmigo-en un tono algo neutral.
Su amiga en un torpe intento, argumentó -las dejaré solas, ustedes necesitan hablar- y se marchó sigilosamente como lo hace un ladrón que entra a urgar una casa a media noche.
Después de un largo rato de risas y fanfarronerías, pensé que sería bueno ir a mi habitación a traer el vaporizador y fumar algo para calmar aún más los aires, solo dije -un segundo regreso- y salí a buscar de vuelta la ventana por la que había salido, pero como siempre me "perdí" en el camino y acabé bajando unas escaleras de caracol bastante desgastadas hasta el sótano del edificio, sali al exterior sabiendo conscientemente que ese no era el sitio en el que debía estar, así que después de mirar en dirección oeste sin notar nada racional, me dirigí al este, pero en ese momento 3 adolescentes interrumpieron mi despistada trayectoria.
Estos 3 chicos se despedían de otros amigos que les saludaban desde los ventanales altos del hotel, con un saludo que se componía de 3 golpes sobre el corazón con el puño cerrado, y luego un estirón de la mano con 3 dedos apuntando hacia la persona de la que se despedían.
Uno de los chicos se volteó hacia mí y me dijo que lo mejor sería devolverme al hotel y ascender de vuelta por el mismo recorrido que había tomado para llegar hasta ahí, y se marcharon en sus bicicletas sin decir más. En ese instante que decidía qué hacer, algo salió volando de mi bolsillo y comenzó a caer, rodando y rebotando entre los adoquines del piso y las escaleras de algunas de las construcciones que sobresalían hacia la carretera principal en la que me encontraba, convirtiendo aquella calle en un pasillo angosto, pero acogedor que descendía "sin fin" hacia el amanecer ensoñadoramente Positano.
Intenté seguir este objeto para recogerlo, pero entre más me acercaba, más rebotaba en caída libre como si quisiera correr hacia su libertad, así que me dije a mi misma -ya no iré más tras él- o me perderé yo misma, y tomé la decisión de regresar al edificio e intentar encontrar el camino por el cual había llegado.
Al entrar de nuevo e intentar subir por las escaleras desgastadas por las que había bajado, me encontré con que esquivar 2 escalones ausentes de bajada era fácil, pero de subida era una tarea imposible, así que desilusionada decidí regresar al sótano.
Ya casi resignada a rendirme, escuché a mis espaldas una gruesa voz saliendo del umbral de la esquina. Al voltear la mirada ví que se trataba de un hombre de origen aborigen, como un gran Indio de alguna tribu que me miraba fijamente -estás perdida, niña- afianzó en el aire.
Evidentemente lo estaba, ya había pasado 2 veces por el mismo sitio, así que seguramente él ya me había visto, afirmé su argumento con un movimiento de mi cabeza y él volvió a decir -tienes que mover los tablones a manera que aparezcan las gradas ante ti, niña, no es tarea fácil, pero cuando llegues al sexto piso, toma el camino de la izquierda, la izquierda de las escaleras, no tu Izquierda, entendiste?- y sonrió terminando de prenderse una larga pipa que sostenía en la mano derecha.
Tal cual sus instrucciones fue mi actuar, y de verdad que no fue fácil mover los escalones pesados mientras ascendía, pero logré llegar al piso que me dijo y al tomar hacia la izquierda, estaba una de mis proyecciones de Ángel diciéndome -ahora ya quieres hablarme- yo le abracé, y le pregunté con tristeza que por qué se había alejado de mí.
Así que me condujo de nuevo hasta la puerta de ella y se marchó. Yo me quedé frente a la puerta pensando si era necesario volver a entrar ahí después de lo que me había costado encontrar mi propio camino. Pero sentí por alguna razón que debía hacerlo, entonces toqué la puerta 3 veces y en ese momento ...desperté.
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