Visión 8.4.25. Una larga travesía al corazón

Visión 8.4.25. Una larga travesía al corazón 


El subconciente es una gran corriente de Aire que puede llevarnos, como la alfombra mágica, adónde queramos ir ...o adónde nos necesiten, y está vez me pone en la antigua San José.

Quiere que vea los Museos, y me siento internamente atraída por uno en partícular ... qué hay allí, pensé, bajo la Tierra, cubierto por enormes raíces de cemento, en lo profundo de una gruta que cubrieron con ciudades frías y distantes de la verdadera historia. 

Sentí gratitud por no estar más en las ciudades, por no ser parte del encubrimiento de la verdad que solo se muestra en nuestras memorias. 

A las afueras del museo, porque estaba completamente cerrado, le comento a mi anfitrión que a ese en específico solía llevarnos mi padre a mi hermana y a mi, y que era un lugar histórica, con todo su interior confeccionado con la más fina madera, como si hubiesen agujereado el interior de un gran árbol solo para hacerlo. Le comenté que recordaba caminar por esos pasillos tan "pulidos" y extravagantes mirando las pequeñas tiendas de souvenirs para quienes se tomaban fotografías entre el cadáver del árbol sin saber si quiera donde estaban parados. 

La mayoría de personas visita lugares sin saber nada de ellos, sin saber de las energías que albergan, que protegen, o de las que están hechos, no saben de los "gérmenes" que respirarán ahí, de los parásitos que comerán en sus comidas. 

No saben ver, ni saben elegir donde ponen sus pies.

Ellos solo quieren una fotografía, en la que se eternizaran, mostrando solo lugares que los dioses hicieron usándonos como esclavos de ellos. 

Y adoran esos lugares sin saber que sus ancestros murieron en ellos derramando de sangre por dónde ellos pisan con sus zapatos nuevos de marcas que llevan el nombre de sus dioses asesinos. 

Ellos le llaman "evolución" a eso, ellos le llaman "globalización", pero yo sé con certeza ahora que esos actos solo tienen un nombre, y ese nombre es "explotación". 

Mientras ellos vivían en sus Jardines idílicos, afuera los nuestros fallecían de hambre y de enfermedades que ellos sabían curar. 

Mi anfitrión nos pide irnos, subimos al auto y nos marchamos en sentido de la carretera principal, y me deja bajo un árbol, me dice que debo esperar otro transporte. De pronto, mientras espero, más atrás de mi árbol la observo a ella, una mujer que también espera, bajo otro árbol, y quizá también bajo otro cielo. 

Intento acercarme para platicar, pero se aleja hacia una pequeña ciudadela en medio de la nada, la sigo entre las pequeñas y angostas calles, hasta que llega a una casa, dónde otra mujer mayor, se mece sentada en una silla, le pregunto si vio a la mujer de cabello corto y rubio que seguía, y la mujer me contesta en Francés, extrañamente la entiendo, y le contesto que por dónde exactamente llego al lugar del que me platica. Y avanzo. 

Unas calles después encuentro una especie de containers en los que dan clases de yoga para principiantes, y la mujer a la que sigo, es la maestra, la veo de lejos dando clases entre las otras mujeres que aprendían sus pasos. Es firme y decidida en sus posiciones. Me asombra. 

La espero afuera para hablarle, pero en eso mi transporte aparece de nuevo, debo investigar algo de una caso, soy una especie de investigadora, por lo que percibo, entonces llegamos en el auto a una gran estación de policía, entro desapercibida entre tanto dormido que camina entre largos pasillos, con cafés y documentos en la mano.

Llegó a la cocina y tomo uno de los tenedores, al parecer necesitábamos una prueba de ADN de alguno de los que policías corruptos de tantos que este mundo alucina, y regreso al auto con el tenedor en una bolsa hermética. Se lo entrego a mi anfitrión y le digo que por favor me vuelva a dejar bajo el árbol donde me dejó la primera vez. 

Y ahí está ella, en su árbol de nuevo, bajo su propio cielo, así que camino está vez más determinada hacia ella, le digo que me gusto ver su clase de yoga y me dice que soy bienvenida cuando quiera, en francés me responde y le contesto que hago mi yoga en privado porque conozco mis limitaciones. 

Ella me dice que si quiero caminar, y me cuenta historias de la ciudadela, de las mujeres a las que intenta ayudar, a su manera, y me parece más angelical eso, que los acontecimientos de los mismos dioses puestos en escena y admirados por generaciones. 

-La gente no ve lo que es, y el que tiene oidos que escuche esto- dijo. Debes mirar con un solo ojo, la verdad que está expuesta, el color de ese ojo con que mires hara TODA la diferencia.

Y yo comprendiendo aquellas palabras, le dije, que por favor me permitiera verla, a solas, sin sus mujeres, sin sus intenciones de ayuda, solo a ella, y esa verdad profunda que escondía adentro como un misterio ancestral resguardado por caimanes y elefantes. Y entonces ella sonrió, y contesto -nunca he visto un unicornio, pero tampoco has visto a un elefante- y empezó a caminar hacia la ciudadela de nuevo. 

Y mientras la miraba alejarse supe que aquello era lo que yo siempre había estado buscando entre tantos y tantos universos. 


G.L


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