Visión 13.3.25. Memorias depuradas
Visión 13.3.25. Memorias depuradas
El subconciente es una frecuencia con vida, busca entre cada molécula del cuerpo un lugar, una escena, una memoria que el alma esconde con pieles de vergüenza, dolor, frustraciones.
Y entre todos los rincones infinitos que no imaginé estaba esta niña que encarné y a esa niña le costaba amarrarse los cordones de los zapatos, así que eso no le servía a la hora de correr, siempre se caía o tropezaba con algo que la hacía caer.
Siempre tenía sus piernas raspadas o golpeadas, y llegaba a casa tarde para comer ...porque no le gustaba compartir la mesa con nadie, no le gustaba hablar de lo nerviosa que siempre estaba, ni que prácticamente todos la miraban de una manera que ella no podía comprender.
Está niña solo tenía un amigo, un amigo que la acompañaba a todas partes, y la defendía en lo que podía, pero era igual de sensible que ella, era igual de susceptible y le dolía en el alma ver lo que su amiga sufría. Me hicieron recordar a Vada y a Thomas en esa vieja película del '91 ...solo que esta niña no recibió nunca su primer beso.
Al contrario se alejaba cada vez más del amor de forma que no la encontrara, que lo la encontrara nunca, se escondió, se escondió muy dentro de su alma, cavando en la Tierra un agujero tan negro que ni ella misma se podía encontrar.
Una tarde caminaban los 2 amigos por unas calles cerca de su casa, y su padre apareció, muy insistentemente como cada tarde, le preguntaba a la niña que qué iba a ser cuando "creciera", un eco que asediaba a aquella pequeña y solitaria alma como un mounstro bajo la cama. Ella no quería pensar, le daba fatiga hacerlo, y luego esa fatiga se convirtió en dolor.
En esa escena, me involucré yo con mi gran "bocota", y como narradora en primera persona, usé a la niña en esa ocasión, y con una voz de trueno le contesté a su padre:
-No seré nada, porque no creceré nunca ...ya déjame en paz!!.
Parecía que aquellas palabras la habían separado aunque fuese por unos minutos de su tediosa migraña, esa que ni siquiera con todas las pastillas que robaba a la abuela en su visita obligatoria, se le quitaba. Era un dolor intermitente al que se le sumaba la crítica constante de sus compañeras, que solo miraban su fachada pensando que era perfecta. Así que cuando tuve la oportunidad, me inmiscuí de nuevo.
La niña y su amigo subían las escaleras de la escuela cuando una de las otras niñas, como si hablase un nazi a través de ella murmuró:
-Ella dice que no toma licor, y se cree mejor que nosotras, es tan engreída y juega de viva -dijo la pequeña nazicista- con una mirada que aún tengo vívida en mi memoria.
La niña iba a seguir su camino como de costumbre, ignorando cuánta cosa le decían todos, así que respire profundo a través de ella, la hice retroceder 3 escalones y comencé el gran discurso:
-Tu crees que conocerme -le pregunté con dolor- crees conocerme por lo que ves, pero no sabes nada de mi, no sabes por las cosas que he tenido que pasar y paso cada día, no sabes del tiempo, ni sabes nada de la vida, eres solo un pobre títere que se pasea por la escuela intentando llamar la atención de alguna manera, porque en el fondo sabes que no tienes un solo amigo en tu vacío universo. Será mejor que a partir de ahora no te metas conmigo, ni con mi amigo. Y le devolví todo el odio que me había depositado con su mirada fría y congelada.
Pero mientras terminaba de subir la escalera, sentía que la niña se desvanecía en un llanto tan profundo que pude escuchar incluso en mi propio cuerpo dormido en mi cama, desperté y sintiendo su dolor como si fuese mío, lloré desconsolada hasta volver a quedar dormida.
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