Visión. 16.3.25. Una muerte más...
Visión. 16.3.25. Una muerte más
Cuántas veces se puede morir en el juego del inconciente? Me pregunto.
Mi amigo y yo buscábamos un nombre para una columna en un periódico y el me decía que ni siquiera el hombre que hace el bien puede saber que hace el bien, porque dejaría de ser ignorante y pasaría a ser arrogante.
Me decía que buscará un nombre justo, y yo pensé en el libro de mi infancia que papá nos había regalado, era un libro de refranes y pensé en esa parábola de aquel hombre que encuentra un nido de huevos de cristal, y quiere llevarlos todos, pero en eso aparece frente a el el dueño del cristal y le dice:
-Bueno, has encontrado nuestro escondite, está bien, pero solo tienes permitido llevarte los huevos que puedas sostener en un plato totalmente plano que también es de cristal, hasta salir de aquí, aquellos huevos que no se hayan quebrado en tu camino, te los podrás llevar.
El hombre intentaba caminar con muchos huevos, teniendo el mayor equilibrio posible, pero por más equilibrio y lentitud con la que intentaba caminar, al reflejarse los rayos de sol en los cortes del cristal, encandilaban al hombre y lo hacían tambalear y perder huevos.
Después de muchos intentos, se dio cuenta que solo 5 huevos podían sostenerse en el centro apoyados uno del otro.
Así que intente extraer un título para la columna de esta parábola, y en eso mi amigo que era muy sabio, dijo:
Has entendido lo que intentaba explicarte, has hablado la sabiduría que deseaba para ti.
En ese momento creí haber despertado de la visión, salí y camine por la casa, y cuando me dirigía hacia la cocina, escuché mi nombre en voz alta, y entonces desperté de nuevo, pero me encontraba en casa de Gloriana.
Ella no estaba, así que me quedé en la parte de atrás de la casa, intentando encontrar materiales para pintar, Mariela se encontraba caminando por ahí con un amigo de ella, y en ese momento saqué unas tapas viejas llenas de pintura seca, una de estas tapas tenía unos pequeños escorpiones cubiertos con esta pintura, y quizá creyendo que ya estaban muertos lancé la tapa hacia un lado, pero los escorpiones comenzaron a moverse en todas direcciones, hasta que uno de todos brincó hacia mi codo izquierdo y me clavó su aguijón.
Corrí hacia afuera buscando algo para quitarlo, encontré una vieja espátula, y logré arrancar el cuerpo del escorpión, y al arrancar el aguijón este desprendió una sustancia pegajosa que se flexibilizó desde el codo hasta la espátula con la que me lo desprendía de la piel.
Y entonces le grité a Mariela que no entrara de nuevo a la casa, que habían escapado otros escorpiones y no quería que la pícaran a ella o a nadie más, y que por favor llamara a doña Nidia para que me llevara a un hospital.
Cuando Mariela la trajo hacia mi, ella me miró y dijo:
-Hija, tranquila, todo estará bien. Con una voz de resignación que realmente me asustó.
La mire con desesperación y le dije -por favor llévame al hospital- pero ella solo me decía que me tranquilizara, y con mi cuerpo en brazos se tumbó en el suelo, arrullándome.
Miré mis manos y estaban inflamadas de manera sobrenatural, la carne se despellejaba como si fuese una quemadura, las venas se inflamaban de una color negro y en algunas partes de ellas una pústulas de las que brotaba el mismo veneno.
Al ver semejante escena, mi visión comenzó a nublarse y comprendí el por qué de la resignación de doña Nidia, era un veneno mortal, y no había nada más que hacer, solo me cantó y me abrazó hasta que mis ojos se cerraron por completo y entonces está vez si desperté realmente del sueño.
Sin saber por qué nos rompemos tan duro el alma contra las cosas que no podemos controlar, y las que debemos solta, me despertó un llanto de extrema compasión que invadió todo mi ser ...y supe que el perdón había llegado.
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