Visión 18.3.25. La canción que reescribirá la historia

Visión 18.3.25. La canción que reescribirá la historia


La substancia del subconciente es la psique, está compuesta en su inicio por la sal, luego asciende y se va transformando en el camino en lo que llamamos LCR (líquido cefalorraquideo), médula acaba siendo un agua ricamente cargada de animoácidos y electrolitos en el cerebro. De ahí la importancia de tomar agua salada para ayudar a la psique a enriquecerse de minerales. 


Esta vez está substancia me coloca en una gran mansión, está mansión tenía la apariencia de esas casas de la época de los piratas. Recuerdo estar en el jardín con Raquel y Rebeca, mirando cómo componían una canción que sería su gran éxito posteriormente.


Yo le insistía mucho a Rebeca que usara "las quintas" para la música de la canción, y que eso ayudaría a sanar la psique de las personas. En ese momento me levanté del jardín y entré en la casa para ver cómo estaba mamá. 


Caminé por los largos corredores de la casa hasta que llegue a su habitación, en la que la hallé plácidamente dormida, así que la cubrí con el edredón y al salir, en la habitación adjunta pude observar como unas manchas de colores se movían por el suelo de los corredores, tomé una escoba e intenté barrerlas, pero éstas se movían como si tuvieses vida propia, así que comprendí finalmente lo que eran, era Mercurio Líquido, mucho, y no se mezclaban entre ellas aunque se tocaran.


Después de luchar un rato por "limpiarlas" me resigne en la idea de que era imposible y las dejé vagar libremente por la casa. 


De pronto un ruido que provenía de la azotea llamó mi atención, era el ruido de una herramienta eléctrica, así que empecé a subir por las escaleras en ascenso y mientras lo hacía un chico grito mi nombre en uno de los grandes salones principales de la entrada, me decía que llegaríamos tarde a la clase, pero yo seguía sin sincronizarme del todo con el avatar, por lo que no comprendí muy bien a lo que se refería, pero opté por seguirlo hasta la puerta de vidrio de un salón de clase en el que ví a un profesor impartiendo una clase de lo que parecía ser química muy avanzada. 


Al mirar a través del vidrio ambaroso pude notar que se trataba de mi profesor de mercadeo por lo que decidí no entrar, al contrario avancé aún más por los corredores, subiendo unas escaleras suntuosas que me condujeron a una habitación compartida en la que se encontraban 3 chicas que entre algarabías y chistes intentaban estudiar algo. Atravesé la habitación hasta lo que parecía ser una puerta de salida, la abrí, pero la puerta no tenía salida hacia ningún lugar, ni siquiera un balcón en el cual pararme. 


Desde esa puerta observe a Raquel y a Rebeca que seguían cantando y componiendo con sus guitarras la canción de las quintas, entonces me dirigí a una de las chicas y les pregunté que cómo hacía para llegar ahí abajo de nuevo. Ellas rieron y se acercaron a la puerta diciendo: 


-Que gracioso, chicas, ella construyó una paradoja con las quintas -ven por aquí- externaron todas, y me empujaron levemente hasta otra puerta que estaba parcialmente oculta detrás de unos velos de seda. -Baja por aquí- dijeron las 3 al unísono.


Comencé a "bajar", pero de alguna extraña manera acabé llegando a la azotea dirigida por el ruido de la herramienta que previamente había escuchado, era un hombre parecido a la imagen mental del Buda, estaba construyendo algo con una madera que se posaba sobre una repisa metálica. Me miró con una mirada muy compasiva y me dijo:


-Has estado aquí mucho tiempo?-. Creo que ya es hora de que vengas conmigo. 


Pero ese instante mágico fué interrumpido por unos gritos estruendosos que reconocí de inmediato, eran los gritos de una manada de monos congos que se aproximaban a la casa a través de los árboles del inmenso jardín, eran 5 monos, que se treparon de inmediato a la azotea y comenzaron a entrar por las ventanas hasta las escaleras. 


En un salto cuántico me ví frente a ellos deteniendolos en su acto de valdalismo -detenganse ahí- les dije, pero en ese momento ellos se transfiguraron a sus formas humanas, tenían apariencia de piratas, muy desalineados y grotescos, empezaron a reír a carcajadas y siguieron tomando cosas para introducir las en sus bolsillos. 


Así que tomé un rifle de la pared a mi derecha, era un roble de madera y hierro que parecía más una pieza de exhibición de un museo de historia, e intenté cargarlo con el poco conocimiento de armas que había sincronizado en la proyección (que no era mucho) y les apunte firmemente. 


-No pensarás dispararnos con esa arma ...o si?. Sin previo aviso en disparo salió del rifle, desparramando pólvora hacia todas direcciones, y estos seres recuperando su forma de congos salieron como locos de la casa de la misma forma en la que habían llegado, dando alaridos y golpes por los marcos de las ventanas y las paredes hasta saltar a un gran árbol contiguo que los desapareció entre su follaje. 


Raquel apareció y en lo que yo intentaba explicarle la rareza que acababa de suceder, ella me empujaba hacia una de las habitaciones de nuevo, al parecer ya habían terminado la canción, y querían que la escuchara. 


Rebeca inrrumpio en la habitación cantando con la guitarra en mano, saliendo del baño como si escondiera algo allí dentro, pero la canción era tan hermosa que me hizo olvidar mi desconfiado instinto, ella logró alcanzar un tono que nos sorprendió de igual manera a Raquel y a mi, y nos envolvió en un aire de extasis y armonía que fué casi imposible abandonar. 


Al terminar de cantar, Rebeca regresó al baño y volvió a salir trayendo al final de su mano derecha a una chica, no recuerdo bien su rostro, pero si recuerdo ver el amor entre ellas ...lo irradiaban. 


Y Raquel intentaba explicarme que ese era el motivo de la canción, que ese amor era lo que había inspirado a Rebeca a componer esa canción, y que ella solo había puesto la música para que Rebeca llevará la canción hasta esa altura. Yo le contesté: 


-Con solo haber observado el estado al que esa canción nos elevó, estoy segura de que la historia puede ser reescrita. 






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