Visión 2.2.25. La pintura de la sirena
Visión 2.2.25. La pintura de la sirena
El subconciente me coloca en una casa, dónde intento explicarle a los hombres lo que siento por ella, lo que es sentir lo que siento. Todos han olvidado todo, todos han olvidado incluso sus nombres.
Comienzo a dibujarla con las dos manos, en mi mente es la reina de Neptuno, tiene cola de pez y de la cintura hacia arriba un cuerpo de mujer, pero en su pecho dibujo un corazón partido en dos, una mitad es azul y la otra mitad es rojo. El rojo toma hacia su cabello y el azul hacia su cola ...el fondo de la pintura es negro, negro como esas pinturas renacentistas, mostrando el misterio de lo que no podemos comprender y que nos es mejor no hacerlo.
Una mujer que está sentada a mi lado me mira fijamente mientras dibujo, me pregunta que cómo es que alcanzo a recordar tanto, y tan lejos en el tiempo.
-A veces creo que es una maldición -le digo- siempre voy a dormir creyendo que de una de esas memorias no regresaré más. Me pregunta que qué más recuerdo de los "hommos", pero ahí en ese tiempo y en ese espacio en el que me encuentro, parece que ya tampoco recuerdo mucho, cierro los ojos y la recuerdo a ella, sus raíces en defensa y sus ramas siempre en huida.
Recuerdo sus caderas, sus labios, su pequeña pancita, que parecía estar siempre lista para la guerra, los dedos de sus pies, su sonrisa, su cabello ...
Una leve pero eterna pausa se hizo entre mi cuerpo y el dibujo que estaba haciendo, y no comprendía por qué había pintado de rojo su cabello.
-Era dorado -susurré- era dorado como el trigo sarraceno durante el atardecer, y su piel blanca como el nectar que llovía desde la via láctea. Entonces una imagen golpeó de nuevo mi mente, pero ya no supe si aquello fue memoria o imaginación, o si ambas siempre habían sido la misma cosa persiguiéndose la cola una a la otra como un perro a punto de echarse al suelo.
La imagen de ella jugando con sus rosados pezones y su sexo, intentando tentarme con la malicia exacerbada con la que usaba ese cuerpo desbordado de belleza femenina, pero lleno todo de un dolor tan masculino que solo parecía posible haber adquirido por la genética, la manipulación exagerada de sus muñecas sobre esa porcelana de carne hacía que uno creyese que aquella piel que envolvía al hombre interno, era un lujo imposible de tocar.
Y entonces la memoria cambió, si es que eso que pasó por mi mente era una, en esa memoria ya no la tocó, ya no corró tras ella intentando hacerle sentir mi amor, si es que eso alguna vez lo había sido. Y me desdoblé por las dudas de que ya estuviera perdiendo la buena memoria que tenía, al igual que el resto, así que me concentro de nuevo en los detalles del dibujo, pero el rostro iba y venía como las mareas de la Luna.
-Cómo era su rostro -preguntó la mujer- que seguía sin quitarme los ojos de encima.
-Pues unas veces era dulcisimo como grandes ojos de curiosidad y otras veces su mirada más bien era como un infinito abismo de inmensísimo odio ...o miedo.
El miedo se sujeta al cuerpo como los hongos, para no morir, para no caer en ese espacio negro y vacío del fondo de las pinturas renacentistas -dije- reiterando lo anterior dicho, para que no quedara duda alguna del por qué la tosuda oscuridad que saturaba con fuerza al fondo de la silueta de "la sirena".
-No tengo intenciones de regresar ahí. Le dije a la mujer. Es el caos, y es hermoso cuando lo miras por primera vez, intentando hallar algo ahí, pero recuerdo una frase antigua, mujer, una frase que decía; "Si miras el abismo, el abismo también te mira a ti", y si te quedas demasiado tiempo observándolo puedes perderte hasta que dejas de mirar la luz y puedes llegar a olvidar todo lo que hay en ella: el orden, el amor, el cuidado, la compasión y ...la cordura. Ahora la paz de todo eso es más valioso para mí que el misterio de la magia.
Quiero vivir una vida en la que me permita recordar cada puta cosa, cada tacto, cada espora flotando en el espacio, cada flor, cada lágrima llorada, cada escena rodada, cada gota de lluvia entrando en los poros de la piel mientras corres buscando un techo para refugiarte, cada noche durmiendo en el cesped bajo el sereno de la luna, cada escalada para estar más cerca del sol y cada caída desde lo alto del amor, cada atardecer mirando las estrellas sin preguntarme más de adónde vienen o de qué están hechas. Quiero vivir una vida en la que me permita ver formas en las nubes sin imaginar que me están diciendo algo.
-En mi próxima experiencia -acabé diciendo casi resignada- seré solo yo y una hermosa dama blanca con ojos de curiosidad en Islandia, mirando las auroras boreales en la nieve, y tomando cocoa caliente con crema Chantilly en medio del frío.
La mujer me miraba como si ella también quisiese ese pasado, o ese futuro, quién sabe, como si de alguna manera ya era suyo también mientras lo escuchaba salir de mi boca.
Y dudé de nuevo de que aquel recuerdo que tenía de esos ojos curiosos, no fuese un rótulo gigante en alguna de las carreteras que transité a lo largo de mi vida, o una descripción detallada en algún libro de tantos que había leído.
Entonces unas lágrimas cayeron sobre el dibujo, pensando que ya no sabía si alguna vez había visto amor en esos ojos ...así que los dejé vacíos por si alguna vez lo recordaba con certeza.
Cerré el folder de dibujos y me despedí de la mujer, quien quedó sentada en el mismo lugar como si no quisiese moverse para no perder de vista la escena que le pinté en el cielo vacío de su memoria con mis propios recuerdos.
Y subí por una colina, preguntándome si nosotros mismos no habríamos sido llenados de los recuerdos de cierto hombre llamado "Cristo", pero mi interrogatorio interno fué interrumpido por una voz gruesa que decía tener que llevarme a otro sitio.
Me subí al auto del que provenía la voz, y empezamos a transitar una larga calle vacía, ya nadie caminaba de noche por aquellas desoladas ciudades, así que las imágenes eran una batalla contra mis recuerdos de personas paseando perros y niños por las avenidas de mi barrio, entre rayos de atardecer naranja que cubrían sus ropas y sus dientes. No tengo intenciones de perder ese recuerdo.
Bajamos a una clase de bar, que ya no se parecía ni de cerca a los de mi memoria tampoco, en el fondo del oscuro bar infrarrojo, veo 3 hombres sentados en una especie de asientos semejantes a tronos, solo recuerdo al que estaba sentado a mi izquierda, era gordo y me decía que le diera el folder de dibujos que llevaba conmigo, le dije que jamás lo haría, pero la verdad es que para entonces ya no sabía si olvidar era lo que debía o soltar era la mejor opción en aquel momento.
No sabía si quizá muriendo renacería, era lo que levemente recordaba, pero esperé a que eso que alguna vez llamé "destino", entrara como una máquina a la escena y me sorprendiera como un dios, pero estaba realmente segura de que eso también era una fantasía en la que ya nadie creía. Así que me retraje, y después de unos leves minutos, me expandí hasta el hombre grueso y le entregué mi folder de dibujos, de mapas, de investigaciones ...de memorias.
Y al hacerlo, el otro hombre, el de mi derecha, accionó algo que se vió solo como una leve luz de pólvora, incendio la oscuridad que nos rodeaba, penetrándome, pero la misma oscuridad no me dejaba sentir dónde, ni siquiera podía percibir nada en mi cuerpo. Quizá ya estaba muerta y no lo recordaba,quizá ya me había olvidado de que tenía cuerpo, de que respiraba, quizá ya era libre -pensé- pero abrí los ojos, y estaba en otro sitio, un sitio cubierto de nieve, fuera de una cabaña de madera que se encontraba a unos 10 metros de distancia, pero algo me decía que debía llegar hasta ella.
La desesperación me hacía dudar por segundos, el corazón latia fuerte, y sin embargo alcancé a asomarme por la ventana, la ventana por la que escapa el olor a panqueques y a cacao de mi memoria, era ese día, era esa hora en la que despertaba sobre una cama repleta de suaves edredones blancos y miraba hacia afuera, unas Converse celestes que habían quedado olvidadas por los besos y las ganas, entre millones de copos de nieve plateada ...y la sirena cantando en la cocina ...
"I see you again"
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