Visión 30.3.25. La casa de las nubes

Visión 30.3.25. La casa de las nubes 


Estaba en subconsciente viajando por una especie de lugar en el que habían muchas personas, de todas las razas, de todas las formas, yo creía estar con mi novio en ese lugar, pero de pronto deje de verlo entre la multitud, así que le dije a una amiga que estaba a mi lado que me ayudara a buscarlo. 


Caminamos horas por el sitio, pero cuando lo encontré ya no era físicamente él, sino el hermano de mi amiga "D", el me dijo que tenía que irse por motivos de trabajo, y porque amaba mucho a alguien que debía ir a encontrar para que no se perdiera, y volvió a desaparecer entre la masa de personas que allí habían.


Entonces aquella mujer que era mi amiga se transfiguró en una especie de guía chamánica -ven, puedes quedarte con nosotros en la casa de las nubes- me dijo, y comenzó a guiarme entre la multitud, hasta que llegamos a un gran arco labrado con cientos de inscripciones en otras lenguas que no tuve el tiempo de apreciar. 


-Trajiste las zanahorias- me preguntó extrañamente la mujer en la entrada. Abrumada por la pregunta contesté:


-No, no me dijeron que tenía que traer zanahorias para entrar- mientras era casi arrastrada por esta mujer entre los largos pasillos y salones llenos de gente que hacían alguna clase de ceremonia u oraciones dentro.


No estoy segura si todas esas personas podían vernos, pero al atravesar uno de los salones en el que se realizaba una de esas ceremonias como de limpieza con las ramas de un arbusto que desconozco, una niña me miró y le externó a su anfitriona ceremonial:


-Viste, pasó entre todas nosotras ella, a la que llamamos, y ni siquiera nos miró- reclamó con un tono de desilusión. Entonces yo me detuve, la miré y cuando iba a tocar su mano para agradecerle no sé aún ni por qué, fuí de nuevo arrastrada por la guía que me conducía con velocidad hacia las profundidades del gran sitio que transitábamos.


Parecía que la iniciación de la casa iba a ser infinita, hasta que finalmente llegamos a la entrada de la casa elegantemente construida con unas lozas de jade que pisamos hasta la reluciente puerta en donde mi amiga "D" nos recibió. 


-No recordabas, que ya habías estado aquí- me dijo. A lo que mirando a mi derecha, observé una enorme montaña blanca que tocaba las nubes, y le contesté:


-Si recuerdo, ahora recuerdo, claro, los adoquines de jade, la montaña. Y entonces ella me condujo hacia el interior donde ya estaban otras amigas que no reconocí, pues aún no había alcanzado la sincronización completa con la proyección, por lo que algunas cosas eran aún borrosas. 


La mujer que me había guiado hasta la entrada de la casa desapareció, y entonces le pregunté a "D" si había sido solo una visión mía, o era una especie de "espíritu guía" lo que había percibido.


-Es ambas cosas- contestó -ven a la cocina, estoy segura que recordarás más en un rato, si te preparo una bebida- y se adentro en la cocina que, de paso debo decir, tenía un gran ventanal con una vista espectacular de la gran montaña de nieve que ya era cubierta por la luz del atardecer. 


Desperté.

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