Visión 6.3.25. Los canales franceses

Visión 6.3.25. Los canales franceses


Estaba entre Francia e Italia y está vez la consciencia me deja jugar a ser una mujer que aparentemente está luchando por pertenecer a una compañía de las más importantes a nivel mundial. La empresa tiene una fachada, pero ésta mujer sabe muy bien lo que es realmente. 

Se ha amarrado a una silla en una de las salas de juntas y grita en francés, algunos detalles de lo que está empresa hace a cuánto empleado pasa cerca o llega a la sala de juntas en la que se ha amarrado a una silla con tal de ser escuchada, poniendo con esta técnica, cada vez más incómodo al aparente dueño de la empresa y a los socios que intentaban tener una reunión en la sala adjunta. 

Ella asegura que la empresa ha usado sin su permiso algún tipo de prototipo o diseño que ella creó previamente para una entrevista en otro lejano lugar, y a la cual jamás fué citada. Además asegura que el logos de esta empresa utiliza uno de sus diseños y por ende solicita una revisión del mismo y consecuente a ello, una atribución de autoría. 

Yo, a tal momento de la proyección, no comprendo el nivel de seguridad con el que ésta mujer que encarno en esta visión, habla ante estas personas tan importantes y poderosas, pero al instante al que argumento tal punto en mi mente, los recuerdos del avatar comienzan a integrarse conmigo y entonces puedo ver a esta mujer reuniendose secretamente con un hombre de unos 60 años, un caballero francés de nacimiento que viste muy elegantemente y habla con la chica mostrándole pruebas contundentes del uso de sus diseños por esta empresa que estaba al otro lado del mundo del que ella venía. 

Quizá la empresa había considerado que por el nivel económico o posicional de esta chica, no existiría manera alguna de que ella se enterara de que sus diseños y patentes serían utilizados por ellos, pero jamás contaron con que este aún misterioso hombre francés, no solo revelara el secreto, sino que también encontrará a la chica en el vasto mundo. 

Y aquí me surgió la pregunta; cómo lo hizo, cómo había dado con esta chica, este misterioso hombre francés que siempre vestía con sombrero y elegantes trajes de satin negro con delgadas líneas café claro. 

Recordé irlo a esperar a un cierto canal en medio de la ciudad al que arrivaba una góndola manejada por un solo hombre igual de misterioso, que siempre llegaba a la orilla y se marchaba de inmediato. En mi razón, este hombre realizaba grandes viajes en barcos más grandes para llegar hasta ese escondido canal de esa ciudad en la que sus reuniones llegaron a ser tan constantes que la chica se alegraba de ver la sonrisa del caballero francés al acercarse en la pequeña embarcación, hasta que un día ya no lo hizo más. 

Recuerdo también la tristeza de la chica y casi pude sentir en mi carne su propia preocupación, la última vez que espero largas horas en el canal por la reunión final en la que planearían la forma en la que ésta chica accesaría a la compañía para defender su causa y finalmente ingresar a su interior. Pero esa reunión jamás sucedió, en cambio solo había una triste y asustada chica mirando un largo pasillo de una ciudad distante, una escena dibujada con pequeñas construcciones de ladrillo a cada lado de un canal de agua que desembocaba en unas escaleras también de ladrillo, que por esa vez, se encontraban vacías, al igual que ella.

Entonces ella recordó la última visita de aquel hombre, lo recordó desembarcando la góndola, despidiéndose de su conductor con una hora de reencuentro en el mismo lugar y otras palabras en código que jamás intentó comprender hasta ese momento, recordó las sonrisas y la dicha, y el tenue calor de la mano derecha de este hombre abrazándola para dirigirla hacia cierto café cercano, el único a kilómetros a la redonda, mientras que con su mano izquierda se despojaba del sombrero que le caracterizaba tanto. 

Y de pronto la chica ya con mi consciencia interiorizada, se encontraba de vuelta en la silla de la sala de juntas, amarrada, pero está vez con una fiebre en ascenso que comencé a percibir con más seguridad. Quizá para entonces ya la sincronización estaba casi completa, porque en medio de la escena presente, un socio de la compañía se acercó a ella, hablándole en un francés que fué más comprensible para mí razón. Este casi simpático caballero le decía a la chica que no era necesario tan acto de auto-castigo, que él mismo tenía una hija a la que admiraba muchísimo y a la cuál jamás permitiría que en esa posición, fuese vista con el desinterés que estaban atendiendo a esa petición. Le dijo que no se preocupara, que él en persona hablaría con el dueño de la empresa y que todo se arreglaría, luego tocó su mejilla y su frente para medir a tacto el nivel de calentura que ya presentaba la chica, y posterior a esto se alejó entre la mirada ya casi borrosa que para entonces obtenía a través de los ojos de esta chica convaleciente.

También recuerdo a una chica acercarse un rato después, ya para ese instante no contaba con la percepción del tiempo como es propio de las proyecciones, así que no puedo determinar con precisión cuánto tiempo pasó entre una visita y otra, pero ésta chica parecía ser la hija del dueño de la empresa. Era una chica hermosa y curiosa, curiosa ante lo que estaba sucediendo en la compañía de su padre, que ya había levantado sospechas en ella de algunas otras "contrariedades" de las que también había sido testigo previamente. 

Se acercó a la chica con sigilo y le hizo algunas preguntas en francés, a las que no recuerdo con seguridad haber podido contestar con la coherencia suficiente ...o quizá si, pues de inmediato unos hombres de seguridad desataron a la chica de la silla y la llevaron a un lugar más seguro. Tampoco recuerdo cuánto tiempo pasó entre un evento y otro) soloq que al encontrarse más despierta la chica, pudo tener una conversación más fluida con "la hija" y asegurarse de contarle todos los detalles de sus "encuentros" con aquel hombre francés misterioso.

"La hija" de inmediato dió una orden a los dos hombres de seguridad que la seguían a todas partes, y estos salieron de la nueva habitación con unos documentos en mano dados previamente por la joven, que ya portaba una seguridad indiscutible en el rostro y en el accionar. Volvió de nuevo a dirigirse a la chica que también me hacía sentir más seguridad, y le dijo con ciertos ademanes incluidos, que ya no debía preocuparse, que ella era de alguna extraña manera lo que ella necesitaba para aplicar la medidas del futuro, y también salió de la habitación. 

Después de esto desperté. 


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