Visión 12.4.25. Los grandes árboles de Campari
Visión 12.4.25. Los grandes árboles de Campari
El subconsciente me lleva a un lugar hermoso, en el que camino por veredas protegidas por unos árboles de gran tamaño, me detengo y observo todo a mi alrededor un momento.
Me percato que a mi izquierda, un poco abajo del nivel en el que me encontraba y solo a unos metros de la orilla de la calle, los habitantes crean una clase de estructura en la que permiten que las ramas y raíces de estos árboles crezcan entrelazándose de manera que cuando las cortan son propicias y del tamaño justo para ser usadas como base para los techos de las casas.
Decido bajar a ese lugar para observar más de cerca, y entonces el camino me lleva hasta una clase de campamento con unas pequeñas cabañas para hospedarse, le doy un rápido recorrido y veo un letrero sobre una recepción casi abandonada que dice:
"Bienvenidos a Campari".
Continúo dando una vuelta por el lugar tratando deencontrar el sitio donde construyen las estructuras, pero entonces estos árboles enormes comenzaron a rodearme por la derecha y por la izquierda, y me percató que sus corteza cobrizas casi como si estuviesen oxidados -son realmente imponentes- pensé. Sus "pieles" parecen "despellejarse", las raíces se entrelazan desde el suelo para formar troncos más gruesos y ramas más flexibles. Entonces comprendo por qué son tan aptos en la construcción de sus viviendas.
Pero a la vez me invade un pensamiento de tristeza al saber que habían cortado muchos de ellos para construir todo ese campamento y las estructuras para los techos que vi antes por el camino, pero de inmediato la tristeza se transforma en un sentimiento de "suficiencia" -hay para todos- pensé, auto-corrigiendo aquel primer pensamiento, y realmente es una manera muy sustentable de creación, pues cortan, pero a la vez siembran y prolongan la especie. Y con aquel sentir, aclaré mi mente.
Quería hallar a una persona para preguntarle cómo se llamaba esa especie de árbol, y entonces una mujer muy hermosa apareció de repente con unas hojas sobre una tabla de escribir, me dió una bienvenida muy cordial, haciéndome sentir como si ya me esperacen en aquel sitio de ensueño.
Comenzó a tomar mis datos sobre el papel y me preguntó de adónde venía, -de la ciudad, supongo- le dije con cierta duda, pues no tenía la menor idea de adónde me encontraba.
-La ciudad- dijo, alargando la última vocal, como si soñara despierta con estar en ella -algún día quiero vivir esa experiencia- agregó a su casi suspiro efímero.
-Yo no- afirmé con seguridad -ya tuve suficiente de ella, y no cambió esto por nada, quiero morir cerca de un bosque, respirando aire fresco todos los días, con el humo emanando de una chimenea, y el olor a la lluvia ...a mi perro también mojado, y por qué no, quizá un gato sobre ronroneando sobre mi pecho como máquina averiada- finalicé sonriendo como si por un instante hubiese vivido toda aquella escena casi en mi propia carne.
Ella solo se quedó mirando fijamente mi rostro como si jamás hubiese escuchado a alguien hablar así de ese sitio. Como si a nadie más que a mi, le importarán esas pequeñas cosas como el olor a un perro mojado. Y entonces sonrió, quizá pensó que yo estaba loca por creer así, pero no me importó decirlo.
Yo estaba fascinada por el sitio y de alguna extraña manera sabía dentro de mi que ahí empezaría una historia con la que probablemente un día me entrelazaria de nuevo.
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