Visión 8.8.25. La mujer Judio-Rusa
Visión 8.8.25. La mujer Judio-Rusa
En visión estaba dentro del subconciente y me coloca en un lugar entre dos esferas, entre dos países, entre dos dimensiones.
Recuerdo estar en un lugar, que era como mi trabajo o mi espacio de estudio, pero era fun de semana y nadie se quedaba en el edificio más que yo, parecía que estábamos en medio de una guerra, por lo que era peligroso quedarse sola en aquel edificio, en vista de que podía ser atacado en cualquier momento.
Así que decido ir a visitar a una familia que siempre me acoge (Los veo como la familia de Goga), ellos me reciben siempre con mucho amor, me invitan a cenar y luego me voy caminando por el pequeño pueblo en el que me encuentro.
Comienzo a recordar que una chica me ha dejado recientemente, me siento un poco melancólica y continuo caminando hasta una especie de cafeteria o restaurante que se encuentra en lo alto de una colina de pequeñas edificaciones que parecen más bien labradas en la montaña de arena, esa clase de arena con la que construyen en el medio oriente.
Me siento en una banca también labrada en la arena dura, frente a una mesa que me dirige la mirada hacia el pueblo más o menos lejano. Y me enfoco en una calle específica que está en medio, justo en medio de dos pueblos, el Ruso y el Judío.
De pronto una mujer vestida como judía está detrás de mi, en la mesa de atrás, no la vi cuando llegué, estoy segura de que no estaba ahí cuando lo hice. Sin embargo su amable saludo la delata ante mi.
-Yo vivía ahí, justo en ese limite con Rusia. Desde pequeña buscábamos aluminio entre las minas y en sus alrededores, lo juntamos todo y construímos una antena para poder ver la televisión. Así aprendí a comprender y hablar el Ruso y el Inglés, a escondidas, pues en mi país no nos permitían hablar el Ruso. Dijo.
-Si serpientes nos llaman, serpientes somos- argumentaba en una lengua que yo percibía como una mezcla muy perfecta entre el inglés y el alemán.
-Ellos no nos dejan cruzar esa calle, pero lo que no saben es que ya la cruzamos, por debajo de la tierra, por las minas que ellos mismos nos hicieron construir para hallar su preciado aluminio, como serpientes pasamos a este lado. Y ya estamos aquí. Susurró.
Yo la escuchaba en silencio, solo mirando aquella calle que me daba la impresión de aquellas películas de "semana santa". Y luego me preguntó que por qué estaba melancólica.
Le conté sobre la chica que se había ido, y le dije que yo también me había ido, pero no sabía hacia adónde, le dije que al igual que ella no me sentía en casa, pero que sabía de alguna manera que si lo era, que este era nuestro hogar y que debía quedarme a luchar por el ...a defenderlo, al igual que ella lo quería hacer con los suyos.
Y entonces ella suspiro profundamente, y luego de mirar en silencio por unos largos minutos aquel horizonte, aquella calle que dividió dos mundos, dijo:
-Abre las puertas del cielo y extrae de ahí el balance de vivir la vida.
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